viernes, 18 de julio de 2008

El Hombre Gris

El ninguneado, el hombre gris, el desconocido, el que (según palabras del todo poderoso Aníbal Fernández) no cortaba ni pinchaba, aquel que solo era una formalidad para rellenar una formula fue acorralado por la historia y fue puesto en el momento justo y al tiempo indicado. En una coyuntura en donde las instituciones republicanas estaban de adorno, donde el país estaba en la calles, donde se jugaba la integridad nacional, la dignidad de un pueblo y los valores de su carta magna.

En ese mismo momento Julio Cleto Cobos, tenía en sus manos la última palabra, sin ser un estratega, sin planearlo y sin siquiera soñarlo de pronto se encontraba ante el idilio político de ser el salvador de la patria, con una nación echada a la suerte de sus designios.

Ni siquiera se le requería una acción visceral ni un arrojo de valentía como los que pagaron con su vida personajes como el Sargento Cabral o héroes estoicos que como el mulato Falucho quien dió la vida por una tela con los colores patrios.

A Julio Cleto Cobos la providencia le daba servida una situación por completo inimaginable ni para el novelista épico más imaginativo. Un deseo indeseable por las mismas limitaciones de la imaginación, en donde al héroe solo se le exigía un monosílabo y una decisión ya tomada por la cordura general de un pueblo.

Solo debía rechazar la 125 para alegrar al país, para revindicar al Congreso Nacional, para jerarquizar como nunca en la historia la figura reducida de la Vicepresidencia, para levantar los mercados, para pacificar y mas que nada para salvar al Poder Ejecutivo de su propia incompetencia e ignorancia.

Era una decisión sin sacrificios y sin costos, tan solo pura ganancia, para el país, para el pueblo, para la economía, para la Democracia, para la República, para el mismísimo Julio Cobos y mas que nada para el propio Poder Ejecutivo.

Es de reconocer que aquel camino que depositó a nuestro Vicepresidente en tal provechosa situación fue pavimentando en parte por obra de la divina providencia, pero también, por 36 senadores nacionales que se aferraron a su honor y deber para con sus provincias sin verse tentados por las dádivas que aceptaron los judas de la patria quienes en su mediocridad la vendieron por monedas de oro. Y no solo aquí terminan los meritos del desenlace, ya que el mismísimo Cobos fue el primero en remarcar la importancia del Parlamento, que hasta ese entonces era ignorado, como el ámbito ideal para lograr la solución de este conflicto; haciéndolo incluso antes de aquella protesta inédita y masiva del 17 de junio. Fue el primero en tomar la iniciativa que tras las protestas tuvo que ser finalmente acatada hasta por los aprendices de dictadores.

Es así que Cobos marchó primero hacia esa gloriosa madrugada en la cual todo lo que estaba fuera de su alcance se puso de su lado, un lado que es el lado del país de la República y de la Democracia y que esta por entero alejado de cualquier personalismo político, algo que por cierto su principal protagonista entiende sobradamente mostrándose perfectamente digno y a la altura de las circunstancias a las que la historia lo llamó.

Y en esa madrugada trascendental resonaban aún las palabras del Presidente de facto Néstor que ante sus súbditos rentados y de espaldas al congreso prometía acatar la decisión legislativa sea cual fuere. Era aquella la víspera de su muerte política y la de sus cortesanos serviles que tras recibir las monedas de oro se ahorcaban políticamente.

¿Sabrán perder y entender que una nación los derrotó democráticamente?

Esperemos que así sea.

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